¿Te has preguntado alguna vez si realmente reencarnamos? ¿Si la memoria de una vida pasada es real o imaginaria? ¿Si algo de nuestra vida presente se adhiere a una era pasada sin que sepamos el porqué de esa atracción? Estoy segura de que alguna vez has sentido una conexión inexplicable con objetos o épocas pasadas, preguntándote por qué te atraen tanto.
Mi experiencia “Déjà Vu”
Desde niña, siempre he sentido una fascinación por la era de las Cruzadas, los Templarios y los Druidas. Cuando descubrí películas y literatura de esa época, me sumergía en un estado de contemplación profunda, experimentando emociones como miedo, ansiedad, resignación y fe. Era como si viviera en una existencia que no tenía nada que ver con lo que veía en la pantalla o leía. A veces me preguntaba si todo era producto de mi imaginación infantil.
Con el tiempo, mi curiosidad se extendió a otras épocas, como la Guerra Civil Americana y la era Victoriana. Al explorar estas épocas, sentía una profunda nostalgia y una extraña sensación de pérdida, como si estuviera despidiendo a alguien conocido. ¿Has sentido alguna vez algo similar? Esa mezcla de tristeza y pertenencia que no puedes explicar.
Estas experiencias se intensificaron durante los años que viví en Wiesbaden, Alemania, entre 1993 y 1999. Mi obsesión por visitar castillos medievales creció, y en una ocasión, me topé con una recreación de Templarios. Recuerdo haber sentido una euforia y adrenalina inexplicables, como si su presencia me indicara un peligro indescriptible. Fue un momento abrumador. La intensidad de la experiencia me causó un ataque de ansiedad, y tuve que salir corriendo a tomar aire. Mi esposo, desconcertado, no entendía por qué me había puesto así, y en aquel entonces yo tampoco lo comprendía del todo. Pensé que tal vez era solo la impresión del espectáculo.
Después de ese evento, decidí evitar visitar castillos medievales, temiendo revivir esas emociones que no lograba entender. Sin embargo, continuaba experimentando sensaciones similares cuando veía películas de esa época. El dolor profundo que sentía era tan real que me dejaba con una inquietante sensación de vacío.
Años más tarde, ya viviendo en Wisconsin, mientras buscaba una dirección para una venta de antigüedades—uno de mis pasatiempos favoritos—me encontré de repente en medio de lo que parecía ser una batalla medieval. Al volante de mi coche, mi cuerpo se tensó, y por un instante pensé, ¡Dios Santo! ¿Estoy en otra dimensión? Para mi alivio, pronto me di cuenta de que se trataba de un grupo de personas recreando la vida medieval. ¡Qué susto me llevé! Después de reírme de la situación, estacioné el coche y decidí caminar entre los actores y sus demostraciones, intentando hacer las paces con lo que me rodeaba ese día. Sentí una inmensa alegría, nostalgia y una profunda sensación de pertenencia con todo lo que veía. Fue un día increíble, y uno que me hizo reflexionar sobre estas extrañas conexiones con el pasado.
Pero sabía que mi historia no terminaba allí. Estos eventos habían sido solo una parte de un viaje más largo, lleno de descubrimientos y preguntas sin respuesta. A medida que sigo explorando esta conexión con otras épocas, me doy cuenta de que aún tengo mucho por descubrir sobre el papel que estas vidas pasadas pueden jugar en mi vida presente. Lo que viene a continuación podría ser aún más revelador, y estoy preparada para seguir adelante, con la mente abierta y el corazón dispuesto a aceptar lo que venga.
Mi sesión de hipnosis
En el año 2016, estaba saliendo con un hombre con quien sentía una conexión que era más un rompecabezas lleno de incertidumbres que una relación de pareja propiamente dicha. Creo que lo que me atrajo de él fue nuestra afición compartida por las motocicletas, su pelo largo, su personalidad rebelde y despreocupada, y una masculinidad increíble. Sin embargo, ambos nos preguntábamos cuál era la verdadera atracción entre nosotros, siendo tan diferentes y distantes. Como él también estaba interesado en el conocimiento místico y las leyes universales, me propuso asistir a una sesión con un hipnoterapeuta para experimentar una regresión y averiguar sobre nuestras vidas pasadas, con la esperanza de descubrir la conexión entre nosotros. Al principio, pensé que algo así no podía ser real, y que seguramente el hipnoterapeuta sería un charlatán más buscando dinero. Pero accedí, impulsada por la curiosidad.
Llegó el día de la sesión de hipnosis. Entramos en la consulta y conocimos a la mujer que llevaría a cabo la sesión. Nos explicó cómo sería el proceso, lo que podíamos esperar, y nos aseguró que estaríamos protegidos en un ambiente seguro. Acordamos tener consultas individuales y privadas, y al final compartiríamos nuestras experiencias. También se grabaría el audio de la sesión para un análisis posterior. Curiosamente, nuestras experiencias fueron completamente distintas, y no encontramos una conexión clara entre nosotros. Sin embargo, cada uno de nosotros descubrió una experiencia de vida pasada en todo su esplendor, aunque en diferentes épocas de la historia. Él revivió una vida en una era pasada en Holanda, mientras que yo me encontré en una época medieval, entre Inglaterra y Francia.
Mi regresión: un viaje al pasado
Aunque no hablaré de la experiencia de mi entonces pareja, me gustaría compartir mi propia experiencia y cómo me ha afectado, además de cómo se relaciona con mi vida actual. La sesión comenzó con un relajamiento total, hasta que sentí que me desvanecía en un sueño profundo, lleno de paz, caminando entre nubes. Según la grabación y la discusión posterior con la hipnoterapeuta, mi historia comenzó en un lugar cercano a lo que hoy en día parece ser Mont-Saint-Michel. Describí que vivía sola, fuera del pueblo más cercano, en una especie de choza casi derruida por el deterioro del tiempo. Me veía como una mujer de cuerpo mediano, lo que algunos considerarían casi obesa, con piel pálida y cabello oscuro rojizo, largo y enmarañado. Parecía vivir de lo que la tierra me proporcionaba: hierbas y algunos animales pequeños. Todo era paz y silencio, pero noté que, al caer la noche, mi tranquilidad fue interrumpida abruptamente por cuatro hombres desconocidos y oscuros. Pude ver en sus rostros una urgencia, cubiertos de sangre ajena, con una mirada de adrenalina que aún no se había calmado. Me exigían que atendiera a uno de sus hombres, como si yo fuera una especie de curandera. Noté que este hombre sangraba de un corte profundo en su costado. Cuando removieron sus ropas oscuras, me asusté al ver que llevaba una vestimenta de templario.
Estos hombres hablaban francés, o una mezcla de este idioma con otro, lo cual notaba que no entendía bien, pero el hombre herido me habló en castellano, y sí lo comprendí. Me pidió que no lo dejara morir, porque debía llegar vivo a su destino. Le curé sus heridas y pasé la noche en vela, asegurándome de que no muriera. Pude ver que era un hombre de estatura alta, complexión blanca, cabello negro y largo, con una mirada casi sacerdotal y triste. Tenía un rostro con bigote y barba muy gruesa, y sus ojos eran de color marrón. La noche pasó y desperté cuando estos hombres ya estaban listos para partir, mientras observaba al hombre que curé moverse con lentitud y dificultad. Él me miró con compasión y me dio un pedazo de tela con un círculo de sangre y una línea que salía de un extremo, como si fuera una “Q” en reverso. Me dijo: “No te quedes aquí, porque la muerte vendrá pronto a esta región. Si necesitas ayuda, búscame en el monasterio y da esto a las monjas del convento, ellas sabrán cómo encontrarme.”
Noté que se marcharon de madrugada, galopando hacia la provincia cercana. Como siempre, seguí mi rutina, caminando por el bosque en busca de hongos. Al regresar, encontré mi choza destruida por un incendio, que parecía haber sido accidental. En mi desesperación, comencé a caminar kilómetros hacia la provincia cercana. Noté que la gente del lugar me miraba con horror, como si no fuera bienvenida. Cubrían las caras de sus niños para que no me vieran y escupían al suelo a mi paso. Sentí mis pies llenos de sangre por caminar kilómetros entre el terreno pedregoso de la región; el dolor se extendía desde mis pies hasta mis caderas, era desgarrador. En medio del bullicio de la provincia, una lluvia de piedras comenzó a azotar mi espalda y piernas. Caí varias veces de rodillas, suplicando que ese martirio terminara. Le pedí ayuda a un hombre, porque necesitaba llegar al monasterio. Este hombre sintió compasión por mí y me dio un caballo, ayudándome a montar.
Seguí mi trayectoria hasta llegar a unas enormes puertas del monasterio. Pedí por el hombre que me había dado el pedazo de tela. Las monjas estaban espantadas de verme, pero aun así me acogieron por mi asociación con el templario.
Caí gravemente enferma, y estas monjas pensaron que tenía el demonio dentro. Me amarraron a la cama para que no escapara y me obligaban a comer una mezcla parecida a avena machacada. Yo seguía preguntando por el hombre que había curado, cuyo nombre no recuerdo. Pero las monjas siempre guardaban silencio, con miradas de desprecio hacia mí. Sentí y viví su maltrato, y me negué a comer; quería morir. Hicieron todo lo posible para hacerme comer, pero no dejaba de vomitar o llorar. Había una ventana que parecía más bien una ranura en la pared, por donde entraba la luz del día. Mis dedos constantemente apuntaban hacia la luz, como si pudiera tocarla. De repente, me vi de pie, mirando hacia esa luz. Al voltear, vi mi cuerpo sin vida y, finalmente, vi al templario que había curado. Le hablaba, pero no me escuchaba ni me miraba. El dolor de su ignorancia fue tal que sentí como si mi pecho se desgarrara, más aún cuando vi que miraba mi cuerpo con compasión y cerraba los ojos de mi cuerpo sin vida. Sentí como si una cuerda amarrada a mi cintura me arrancara del lugar a alta velocidad. Era como si volara por el aire, viendo cómo la región era salvajemente atacada, hasta llegar a lo que quedaba de mi choza destrozada. Vi a una mujer anciana y a un hombre alto y oscuro, que parecían contentos de verme, y extendieron sus brazos hacia mí. Las emociones que sentí fueron tan profundas: dolor, pérdida, amor, casi sofocante… luego noté que estaba de vuelta en la sala de la hipnoterapeuta. Ella trataba de calmarme; me encontré sudando profusamente, con los ojos llenos de lágrimas y una sequedad interna en mi voz.
Le pregunté a la mujer si dije algo de importancia. Ella me dijo que debía escuchar la grabación. Lo que parecía una vida entera se extendió por apenas una hora y media de grabación.
La reflexión y asociación a mi vida actual
Al escuchar esta historia fantástica de lo que fue la sesión de hipnosis, comencé a reflexionar sobre cómo este recuerdo me ha afectado hoy en día. Además de lo que mencioné al principio de este blog sobre mi vida en Alemania, debo decir que he vivido ciertos aspectos de esa historia en mi existencia actual.
Empezando por mis primeros años escolares, cuando mis padres tuvieron la brillante idea de inscribirme en un jardín infantil manejado por monjas católicas. Recuerdo mi primer día de clases; nunca había visto a una monja a mis tiernos 5 años, pero al ver a esas mujeres en su hábito, el pánico y los gritos que solté, al punto de salir corriendo con mis padres tratando de alcanzarme, fueron épicos. Tengo 62 años, y todavía mi padre recuerda ese día. Mi comportamiento fue tal que no quería que ni me tocaran ni me miraran, solo lloraba sin parar. La mayoría de ellas me miraban de manera juzgadora y discriminatoria. Pero recuerdo que solo una novicia vestida de blanco tuvo compasión de mí, la hermana Graciela. La recuerdo con mucha ternura porque fue la única que me trató con respeto y cariño, apaciguando mi temor y apatía hacia las monjas; ella simplemente era especial. De hecho, la vi cuando yo tenía 17 años, ya que mis padres mantuvieron una amistad con ella a lo largo de los años, antes de que muriera de cáncer. Me recordó como “la niña de los ojos grandes y negros, siempre llorando”. Siempre he sido algo ermitaña, y durante mi niñez fui hija única hasta los 9 años. Aun con la llegada de mi hermana y hermano, siempre preferí estar sola, y eso sigue siendo así hasta el día de hoy.
Hoy en día, sufro de muchos problemas en los pies, rodillas, caderas e incluso dolores de espalda en áreas esporádicas que no tienen una justificación clara. Durante mis 20’s, asistí a la universidad para convertirme en enfermera (grado asociado) y luego busqué profesiones que me llevaron a campos de guerra con el ejército de EE. UU. y a trabajar como policía en EE. UU. durante 7.5 años de mi vida. A mi edad actual, siempre estoy buscando información espiritual, sanación herbal, jardinería, vida campestre y tengo una admiración por la arquitectura de la época medieval. En abril de 2010, estuve cerca de la muerte en un choque automovilístico fatal, en el que vi una luz y sentí una calma similar a la de mi historia de regresión hipnótica. Incluso escuché una voz de mujer que me dijo que todo estaría bien.
Hasta el día de hoy, reflexiono sobre esta experiencia de regresión a vidas pasadas. No sé si ha sido una fascinación, autosugestión o algo real que aún queda por investigar. Lo que sí puedo asegurar es que durante estas experiencias sentí todas las emociones humanas conocidas, con una intensidad casi delirante, y esas emociones las sentí como reales, lo cual me desconcierta cuando trato de definir qué es real en el tiempo actual y qué pudo haber sido una memoria de una vida pasada. Creo que este tema seguirá siendo un enigma más sobre la realidad humana.
¿Has tenido alguna vez una experiencia de vida pasada que no puedes discernir si fue real o no? ¿Has experimentado una regresión hipnótica que te dejó con más preguntas que respuestas? Me encantaría saber tu historia sobre este tema. Compartir nuestras experiencias puede ayudarnos a entender mejor estos misterios de la vida. ¡No dudes en dejar un comentario y contarme tu historia!
Bendiciones a todos!
Liz Figueroa Lenormand
SI CREO.EN LA REENCARNACION Y MUCHO MAS EN VIDAS PASADAS , HE HECHO Y HAGO REGRESIONES. TAMBIEN HE ACCEDIDO A REGISTROS AKASHICOS, HE EXPERIMENTADO DEJA VU Y SITUACIONES COMO YA VIVIDAS EN OTRO TIEMPO. CREO QUE EL TIEMPO ES LINEAL , NO HAY PRESENTE NI PASADI NI FUTURO QUE TAMBIEN VIVIMOS UNIVERSOS PARALELOS, QUE TENEMOS UN FOBLE CUANTICO. QUR HAY MUCHO MAS QUE IGNORAMOS.AUN
Interesante artículo, creo en la reencarnación y por supuesto en vidas pasadas, mi hija, la segunda siente un inmensa pasión por temas religiosos, estampas, rosarios, santos, pienso que se los conoce todos, pero además su espiritualidad y bondad es tan inmensa, inclusive su cara que todo el mundo le dicen: Tienes cara de monja, ella trámite un luz muy especial!! De pequeña cuando iba en su coche de paseo, siempre me gustó vestirla de blanco, la gente decía parece un cristal de roca, por la luz de su presencia. un abrazo Liz